La Historia no es solamente el remoto pasado. No se trata de escarbar siempre entre ruinas para encontrar el estrato romano, o el estrato fenicio. A veces donde tenemos que escarbar es en nuestro corazón y en nuestros recuerdos, que por la limitación del tiempo de nuestra vida humana no pueden ser recuerdos demasiado remotos. Mi gente conocida, nuestra gente conocida. Estoy recordando a personajes, que hicieron cosas importantes para Sevilla y que no merecen el mal pago del olvido.
Ellos eran doce hermanos. Nacieron en el primer cuarto del siglo XX. De los doce, tres fueron arquitectos como su padre. Su padre era Don José Gómez Otero, que tenía su vivienda y su estudio de arquitecto en la calle San Pablo, número 36.
Obras insignes de los tres hijos arquitectos fueron: el Hospital de la Cruz Roja de Capuchinos, que lo hizo Don José Gómez Millán. Decimos obra insigne porque representó un paso adelante en la arquitectura de hospitales: luminosidad, diafanidad, blancura. Y todo ello impregnado de un sabor entrañablemente sevillano: ladrillo visto en la fachada, decoración de azulejos y plantas y flores en el interior.
Su hermano Antonio hizo la Casa Cuna, en Miraflores. Lejos del casco urbano, para disfrutar silencio, aire libre. Los niños pobres, recogidos, hasta entonces se habían criado en caserones obscuros, en calles estrechas. Todavía tenemos triste recuerdo en la calle Cuna, que conserva el nombre por un antiguo establecimiento que se llamaba Casa-Cuna de Expósitos calle Cuna número 13.
Y si los dos hermanos habían hecho, siguiendo el espíritu de su padre una arquitectura que podríamos llamar social, pensando en el enfermo y en el niño, y procurándoles un ambiente grato, el tercer hermano arquitecto Aurelio Gómez Millán construye el Teatro Reina Mercedes. Aurelio llevaba ese nombre por su tío Aurelio Alvarez Millán, también arquitecto. El Teatro Reina Mercedes, construido para la Exposición Iberoamericana da 1.929, en la Avenida, a la entrada de la calle Santander, no lo hemos conocido como tal teatro sino como cine, pues en 1.931, al instaurarse la república hubo que quitarle el nombre de la reina, y se le puso CINE COLISEO, y más tarde se completó como COLISEO ESPAÑA. Hoy, salvada su noble arquitectura de la piqueta derribista y de la especulación inmobiliaria, será un edificio cultural.
De los otros nueve hijos de Don José Gómez Otero, unos vivieron, otros murieron, otras se casaron. Y otro fue un santo. Todavía no lo han canonizado, pero seguramente todo llegará. Ignacio Gómez Millán, no salió en arquitecto a su padre, sino en piadoso y caritativo, a su madre doña Maria Gracia Millán. No hace falta decir que era una santa. Para serlo basta en haber criado una familia tan numerosa.
Ignacio Gómez Millán estudió farmacia. Al terminar sus estudios estuvo de gerente en la farmacia de Fontán en la Plaza de San Francisco, y después se estableció junto con Juan Fernández Jerez, poniendo la que se llamó Farmacia del Correo en la calle Sierpes, 31 .
En 1.931 al prohibirse la enseñanza religiosa en España, fundó con su cuñada Amparo Herrera, con el célebre pedagogo Manuel Siurot y con varios cofrades de la Hermandad del cachorro un colegio particular en el que , además las de enseñar las Letras (Amparo), la Literatura (Siurot), las Ciencias (Gómez Millán) y las artes, gimnasia, idiomas, etc, (los cofrades del cachorro), la religión era enseñada por el capellán del Rocío de Triana. La escuela se instaló en la calle San Jacinto 106 con el nombre de Escuelas del Rocio.
Ignacio Gómez Millán, desde entonces, no cesa en su labor de divulgación religiosa. Discípulo del Padre Laburu, jesuita, que en aquellos años pronunció algunas conferencias y ejercicios espirituales en Sevilla. Laburu además de sacerdote era médico, y hombre de extraordinaria cultura.
Ignacio Gómez Millán va a dedicar el resto de su vida a obras de caridad. Costea los veraneos de niños pobres en Chipiona, primero en el Sanatorio de San Carlos que había construido el célebre médico Dr. Tolosa Latour. Algunas veces fui allí con mi buen amigo el doctor Don Salvador Andrés Traver.
Más adelante, Ignacio Gómez Millán construyó una casa residencia para veraneo de niños y ejercicios espirituales, a la que puso el nombre de Villa Ballena, porque al abrir los cimientos aparecieron restos de una ballena, quizás prehistórica. ¡No le faltaba humor a nuestro santo!
Más tarde, creó varias sedes para la Asociación de Ejercitantes de Nuestra Señora del Rocío en Barrio León, Calle Calatrava, El Patrocinio y en calle Antillano Campos, asociación que él mismo había fundado en 1.938.
Y en 1.972 su último acto de generosa piedad fue fundar también a sus expensas una residencia para ancianos en el pueblo de Palomares.
No solamente dedicó a la vida religiosa sevillana su fervor y su caridad sino también su arte, pues, aunque no estudió para arquitecto, sí aprendió el dibujo como sus hermanos, pero lo aplicó a diseñar numerosas obras para las cofradías sevillanas diseños de mantos, de palios, de estandartes, de insignias.
Sus últimos años los vivió intensamente unido a la obra de Caritas haciendo constantes donaciones de productos de farmacia para los necesitados, y costeando infinidad de ayudas a familias pobres, así como pagando la matricula a estudiantes. Murió en 1.978.
Ignacio Gómez Millán fue un individuo excepcional, un santo entre nosotros. Así de difícil y así de sencillo. Digno de Pasar la historia de Sevilla, como Toribio de Velasco, o como sor Angela de la Cruz
Comentarios por Jose María de Mena