En el patrimonio cultural de Sevilla encontramos numerosas citas y alusiones escritas y un gran acervo de relatos de transmisión oral, relativos a la existencia de subterráneos, galerías y caminos que se ramifican como una tela de araña por debajo de las calles, comunicando unos edificios con otros, y algunos de ellos con el espacio exterior de su recinto de murallas.
¿Quién no ha oído hablar de que la Torre del Oro se comunica con Triana por debajo del río, y que desde la Ciudad se podía ir por bajo tierra a la Cartuja de las Cuevas, y que el Alcázar se comunica subterráneamente con la Torre del Oro?¿Y que muchos conventos sevillanos estaban unidos entre sí por pasadizos que discurrían bajo las calles? ¿Y que las distintas cárceles de la Inquisición situadas dentro de las murallas, como la Cárcel Perpetua del Santo Oficio en la actual calle Puente y Pellón se comunicaban con el Tribunal Central del Santo Oficio que estaba instalado en el Castillo de San Jorge de Triana, donde ahora se alza el Mercado de Abastos del Altozano?
Por nuestra parte hemos intentado aclarar estos enigmas, en parte buscando datos fidedignos en los documentos de los archivos y en los Libros de los autores más fiables; hemos examinado y explorado personalmente algunos de los subterráneos de Sevilla, y después de todo ello podemos establecer si no un catálogo exhaustivo, sí un recuento de los principales subterráneos existentes, que brindamos al curioso lector.
Empezaremos por las galerías romanas. Estas, olvidadas durante varios siglos, fueron encontradas en el siglo XVI y su obscuridad, lobreguez y el gran número de murciélagos que a miles salían de los agujeros, hicieron enseguida nacer la leyenda de que eran lugares donde se reunían los paganos en ritos abominables. Nada más lejos de la verdad: las galerías romanas encontradas entonces en la calle Abades y hoy descubiertas en otros lugares del casco antiguo de Sevilla, constituyen sencillamente una red de cloacas magníficamente construidas, tanto en ingeniería como arquitectura, pues los romanos eran grandes arquitectos e ingenieros, y cuidaban mucho la infraestructura sanitaria de sus ciudades. Están labradas y revestidas de ladrillo de buen tamaño, y son muy similares a la cloaca máxima que en las ruinas de Itálica desciende por la calle o «cardus» principal desde los palacios altos donde están los famosos mosaicos, hasta la glorieta del anfiteatro.
Estas galerías de Sevilla, son mencionadas por diversos autores pero principalmente es interesante lo que dice Alvarez Benavides en su obra «Explicación al plano de Sevilla» publicada hace algo más de cien años. A mediados del siglo XIX cuando aún quedaban en Sevilla algunos de los últimos esclavos, -dice Alvarez Benavides- aprovechando un día de Carnaval en que los dueños de una casa de la calle Abades habían salido a la fiesta, se escapó una esclava joven, levantando una losa del zaguán, y bajando por una escalera a las galerías subterráneas. Al regresar, y echándola de menos, la buscaron y siguiendo dicha galería encontraron el farol con que la muchacha había huido, pero no pudieron continuar la búsqueda por el gran número de murciélagos que les apagaron las antorchas obligándoles a regresar. De la muchacha nunca más se supo.
En los años de 1970 aprovechando unas obras de derribo y construcción de casas en dicha calle Abades tuve ocasión de inspeccionar esas galerías, que son de una anchura como algo más de un metro, y su altura de 1,50 por unas partes y de 1,68 por otras. Su longitud no puede determinarse porque a los cien metros o menos estaban cortadas por los hundimientos y llenas de agua de filtraciones que formaban una capa de fango de más de una cuarta.
Posiblemente la misma galería es la que vimos meses después en la calle Cuna cuando se hizo una obra al lado del cine Pathé. Esta galería a la que tuvimos acceso era de la misma construcción, ancho y altura que la de la calle Abades, y por su dirección se deduce que iba a desaguar en el tramo del río Guadalquivir que en época romana pasaba por la Plaza del Duque y la Campana. La red de cloacas romanas debió estar formada por esa, hacia el Guadalquivir y otra que desde la calle San Luis bajaría a desembocar en el Tagarete.
De la misma época romana debe ser un subterráneo que hay en la calle Argote de Molina en el callejón donde está hoy el Restaurante Don Raimundo, callejón que se llamó durante los siglos XVI y XVII El Callejón de las Brujas, pues se creía que una especie de gran salón subterráneo allí existente, era el horno donde las brujas hacían sus bebedizos. En realidad se trataba de unas termas romanas, en las que al abandonarlas habían quedado los recipientes o calderas de calentar el agua, y montones de leña que allí permanecieron desde la época romana hasta su hallazgo en el siglo XVI.
De época musulmana deben ser unas galerías que van desde el subsuelo de la Catedral hasta la calle García Vinuesa, las cuales pueden ser desagües de la antigua Mezquita, aunque la leyenda las supone comunicaciones entre la Catedral y el Colegio de San Miguel.
Por debajo de la calle Torneo pasaba hasta no hace muchos años una galería de comunicación del barrio de los Humeros con la orilla del río. Esta fue construida en el siglo XVIII cuando se hizo el muro de defensa contra las inundaciones, en dicha calle, obra proyectada por el célebre ingeniero Don Antonio de Ulloa, sevillano, que fue almirante de la Armada. Sin embargo es posible que ya anteriormente a la construcción del muro existiese un pasadizo subterráneo en el mismo lugar y a mayor profundidad. Por referencias de la documentación del cronista don Manuel de la Cruz del siglo XVIII sabemos que en la zona del río más próxima a los Humeros existían unas grutas, en una de las cuales murieron cuatro muchachos que encendieron una hoguera y se asfixiaron. Igualmente en el Archivo Municipal, en la sección Especial papeles del siglo XVIII consta haberse encontrado un sepulcro antiguo en una galería subterránea junto al río, por la parte de la actual calle Torneo. Quizá este es el que dio origen a la leyenda de una galería que comunicaba Sevilla con la Cartuja.
No puede dudarse que el Alcázar, que además de Palacio Real era un baluarte militar como lo demuestran sus poderosas murallas, debió tener una galería subterránea de salida o escape al campo para casos de peligro, según era costumbre en las Plazas Fuertes de la Edad Media. Este pasadizo permitiría salir de Sevilla a algún mensajero o enlace para pedir refuerzos. En efecto el tal pasadizo existió y fue descubierto cuando se hicieron hace treinta años las obras de adaptación de la Fábrica de Tabacos para la actual Universidad. El pasadizo va en dirección Noroeste-Sudeste y saliendo del Alcázar cruza por debajo de la calle San Fernando y pasa junto a la capilla de la Universidad. Desgraciadamente no pudo explorarse esta galería más allá porque parece cortada precisamente por la cimentación de la Fábrica de Tabacos, lo que demuestra su antigüedad anterior a dicha fábrica. La dirección inicial permite suponer que seguirá hacia el Prado de San Sebastián donde tendría salida a través de un pozo de alguna huerta de las que entonces existían por esa zona. Sin embargo no creemos que esta galería sea de la época musulmana sino ya de época posterior a San Fernando, quizá de la época en que don Pedro I construyó el Alcázar, puesto que si hubiera sido de época musulmana, por ella habría huido Axataf en vez de sufrir la afrenta de entregar, vencido, las llaves de la ciudad.
En los siglos XIV y XV existió una galería o mina por la calle de la Feria por la cual circulaba un arroyo con caudal suficiente para mover la rueda de un molino de pan. Esto hizo creer a algunos historiadores que en efecto había existido tal molino subterráneo, al que llamarían «Las Atahonas de Burón», teoría hoy totalmente rechazable, aunque sí existe la tal galería y corriente de agua.
También una galería con una corriente de agua va por la calle San Eloy, y a principios del siglo XIX un curioso aficionado a las ciencias naturales quiso averiguar el curso de dicha mina de agua, a cuyo efecto arrojó en un pozo de una casa de la calle San Eloy cierto producto colorante, y de este modo, sacando muestras de agua en diversos pozos por toda la ciudad, pudo averiguarse que desde lo alto de San Eloy se dirigía a San Pedro y desde ahí a Osario donde desemboca en el arroyo Tagarete. Esta galería se ha podido ver a su paso por la Campana, cuando hace poco más de veinte años se realizaron obras de alcantarillado en este lugar. Se trataba de una galería de ladrillo de poco más de un metro de altura, por la que circulaba un escaso caudal de agua.
Otra galería que hemos visto y explorado en toda su longitud es la que existe en la Plaza de Carmen Benítez. Con ocasión de que iban a limpiarse de escombros las bóvedas subterráneas de la parroquia de San Roque, escombros que se habían amontonado en ellas a raíz del incendio del templo por los revolucionarios al comienzo de la Guerra Civil, y por si entre esos escombros que se iban a sacar pudiera encontrarse el célebre Cristo de San Agustín, o alguna otra de las imágenes religiosas, fui designado por la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos para vigilar el desescombro. Bajamos a la espaciosa cripta funeraria en la que entre los escombros encontramos las tumbas del siglo XVIII de cuando la iglesia fue convertida en parroquia. Entre ellas una curiosa lápida sepulcral de bellísima factura perteneciente al enterramiento de una señora nacida en Lima, Perú, cuando aquello era provincia española. También apareció la calavera de Diego Corrientes, depositada allí por el párroco que ejercía su ministerio cuando el bandido fue ahorcado, descuartizado, y su cabeza puesta en la Puerta de Carmona. Pero lo que más nos llamó la atención fue un pasadizo que desde las bóvedas sepulcrales se dirigía hacia el sureste. Entramos por él y pasando por debajo de la Plaza de Carmen Benítez llegamos hasta la zona ferroviaria de la Renfe donde terminaba. Este pasadizo subterráneo es el de más altura y amplitud de todos los que hemos visto hasta ahora en Sevilla pues su altura es de unos dos metros y la anchura de más de dos.
Se ha dicho por algunos que existió un pasadizo en el barrio de Santa Cruz que salía al campo fuera murallas, en la Edad Media. No creemos que así fuera, puesto que de existir tal pasadizo los judíos hubieran escapado por él de la matanza de finales del siglo XIV que se desencadenó por la campaña promovida por las predicaciones del Arcediano de Écija don Fernando Martínez, y que causó centenares de muertos en la judería sevillana el año 1391.
En la calle de San Luis, tramo comprendido entre el Pumarejo y la parroquia de San Gil, se han encontrado en diversas obras algunos tramos de una galería que se dirige hacia el arco de la Macarena. La tradición oral dice que este pasadizo conducía al Hospital de San Lázaro, extremo que no hemos podido comprobar, pues la galería se interrumpe por relleno debido a la reedificación que se hizo del arco de la Macarena en el siglo XVIII. Creemos sin embargo que se trate de una de las cloacas romanas del ensanche de la época de Augusto en que la Ciudad, que antes terminaba en la línea Villasís-Osario creció hasta formar los barrios de Santa Catalina, San Marcos, Santa Marina, San Román, San Julián y San Gil.
Quizá también cloaca romana de la misma época sea una galería que va desde Pumarejo hacia fuera de murallas por la Puerta de Córdoba, cuyo subterráneo se descubrió hace pocos años cuando se labraba un pozo en el Bar la Pastora.
Últimamente en obras que se han realizado en Triana en la llamada Casa de las Columnas, se
ha descubierto una galería subterránea que probablemente serviría para comunicar el Castillo de San Jorge con la fortaleza de la calle Argamasón en la época musulmana. Sin atrevernos a dar una opinión rotunda en este aspecto creemos que quien puede opinar con autoridad sobre el particular es el erudito don Manuel Macías Márquez, historiador de Triana.
No es mucho como puede verse, lo que sabemos sobre los subterráneos de Sevilla que siguen siendo un enigma en muchos aspectos. Sería necesaria una exploración sistemática, con toda clase de medios, y realizar un levantamiento de su cartografía que aún está por hacer. Yo intenté en varias ocasiones interesar al Ramo Militar en tal investigación cuando fue Capitán General don Antonio Castejón, y cuando fue Gobernador Militar mi colega en estudios históricos el General Collantes Vidal.
Sin embargo no fue posible intentar la aventura, pues para explorar las galerías hacían falta topógrafos, ingenieros, peritos, y soldados auxiliares, y las galerías ofrecen indudable peligro de hundimientos, hay tramos cegados que habría que volver a abrir desescombrando y apuntalando, es decir una obra costosa por un lado, y peligrosa por otro, en la que ninguna autoridad militar se atrevería a meter a un grupo de oficiales y soldados, a riesgo de que un desprendimiento pudiera producir una catástrofe.
Quizás en el momento actual un grupo de espeleólogos, deportistas con experiencia, y con ayuda económica de las autoridades culturales, pudieran afrontar la exploración, Valdría la pena, porque en esas galerías pueden estar encerrados quien sabe cuales y cuantos enigmas, que constituyan una importante página nueva para la historia de Sevilla.
Dejamos para el final como lo más digno de recogerse en este capítulo sobre subterráneos de Sevilla, el hallazgo en el año 1492 de la imagen de la Virgen María a la que se dio el nombre de Nuestra Señora del Subterráneo. En efecto el año 1492 cuando se estaban abriendo los comienzos para la construcción de la torre de la iglesia parroquial de San Nicolás, en la plaza de su nombre, se encontraron unos subterráneos, y al explorarlos se halló una imagen de la Virgen que según algunos pudo ser la que trajo de Roma el Arzobispo San Leandro en la época visigoda, y que sería escondida allí cuando la invasión musulmana el año 711.
Los subterráneos de San Nicolás han sido interpretados de muy diversos modos, pues mientras algunos autores los creen lugar de «iniciación” para ritos de la religión pagana en época romana, otros los suponen «termas» y otros prisiones o mazmorras. Opiniones tan diversas sostiene Ortiz de Zúñiga, Matute y Gestoso.
Ello fue que la imagen de la Virgen recibió el nombre de Nuestra Señora del Soterraño o del Subterráneo y quedó expuesta a la veneración de los fieles en el altar mayor de la parroquia de San Nicolás.
Algún tiempo después, y siguiendo la costumbre sevillana de duplicar las devociones marianas, haciendo de cada Virgen de Gloria una Virgen Dolorosa, se hizo la imagen dolorosa de Nuestra Señora del Subterráneo, que unida a la Hermandad de la Sagrada Cena, es la que desfila en el tercer «paso» de dicha Hermandad.
NOTA.- Después de escrito este libro se han descubierto en el subsuelo de la casa número 24 de la calle Castilla, unas galerías subterráneas, de las antiguas nAlmonas» o Fábricas de Jabón del Duque de Alcalá. Para conocer este hallazgo remitimos a nuestros lectores al libro, publicado en esta misma colección, original del historiador don Joaquín González Moreno, titulado: *Descubrimiento en Triana: Las Cuevas del Jabón».
(C) José María de Mena, 1990
(c) David de Mena, 2021
Comentarios por Jose María de Mena