En el año de 1584 se encontraban dos grandes pintores trabajando en la Catedral de Sevilla. Era la época en que Sevilla, con la Casa de Contratación, el Puerto y la Flota de Indias, se había convertido en la ciudad más rica del mundo, emporio del comercio internacional, y capital del Imperio español del Nuevo Mundo. Había tanto oro en Sevilla que podía permitirse atraer a los mejores artistas del mundo y pagarlos, encontrándose en un mismo momento en la Catedral, el Ayuntamiento, la Casa de Pilatos, el Palacio de las Dueñas, y los conventos de San Pablo, San Agustín, la Cartuja y San Jerónimo, docenas de los mejores pintores y escultores llegados de Italia, Flandes, Alemania, y por supuesto, de toda España.
Los dos artistas a que nos referimos estaban trabajando casi uno al lado del otro. Mateo Pérez Alesio, pintor italiano, venido de Roma, estaba haciendo el colosal San Cristóbal, pintado al fresco que tiene once varas y media de alto y cada pierna una vara de ancho. Figura célebre no solo por su tamaño, sino también por la inteligencia con que está diseñado, según González de León.
Unos metros más allá, en la Capilla de la Concepción pintaba el maestro sevillano Luis de Vargas, el cuadro que preside dicha capilla, titulado «Genealogía temporal de Jesucristo» , en el cual aparecen desde Adán, los ascendientes de Jesús.

Mateo Alesio no hacía más que asomarse a mirar lo que Luis Vargas estaba pintando, y cierto día, al ver como había trazado la pierna de Adán, desnuda, en un atrevidísimo escorzo, que parecía imposible dibujar, exclamó en un incontenible arrebato de admiración y a la vez de celos artísticos:
«Piu vale la tua gamba que tutto il santo mío». (Vale más tu pierna que todo mi santo). Esta frase repetida por toda Sevilla, (una en la que se hablaba casi tanto italiano como castellano, pues había aquí no menos de dos mil familias de placentines, genoveses y otros iE nos), sirvió para que el cuadro de Luis de Varg pasase a ser conocido como «El cuadro de la gamba» es decir, El cuadro de la pierna.
Alesio pintó poco más en Sevilla: otro Sal Cristóbal para la Iglesia de San Miguel; el retablo del Apóstol Santiago en la Iglesia de Santiago, y no se sabe más. Porque Alesio había Venido de Italia, de aquella Italia del Renacentista, dispuesto a convertirse en pintor de moda, el patriarca de la pintura sevillana. Pero no contaba con la superioridad de Luis Vargas, así que a la chita callando se volvió a Roma y nunca más vino a Sevilla.

Sin embargo el cuadro de San Cristobal de la Catedral es una obra que puede considerarse magistral. Aparece en ella el gigante Cristóbal llevando sobre el hombro izquierdo al niño Jesús. Por bastón o báculo lleva una palmera entera, y va cruzando un caudaloso río, cuyas aguas le llegan a los muslos. Curiosamente en este cuadro aparece un guacamayo, pájaro exótico, traído del nuevo mundo, que en Sevilla tenía como adorno en muchas casas. Uno de los primeros guacamayos de la pintura universal.

 

© Jose María de Mena 1990

© David de Mena 2019