Hacia el año 1600 Félix Lope de Vega Carpio, a quién ya se conoce en el mundillo literario, y entre los grandes públicos aficionados al teatro con el nombre de Lope de Vega, es un hombre de treinta y tantos años de edad. Ha sido soldado en la gloriosa batalla naval de las Islas Terceras, bajo el mando del gran Marqués de Santa Cruz don Alvaro de Bazán. También ha estado en otra ocasión importante pero lastimosa, en la célebre Armada Invencible.

Aparte de sus aventuras de soldado, tiene una cierta aureola de conquistador de corazones femeninos. Ha tenido amores con Elena Ossorio, hija del empresario de comedias Jerónimo Velázquez; ha raptado a doña Isabel de Urbina, hija de un historiador genealogista y secretario del rey don Felipe II, con la que se ha casado sin consentimiento paterno. Ha tenido amores con una Antonia Trillo, tras quedarse viudo de doña Isabel de Urbina. Se ha casado después con Juana Guardo, hija de un proveedor de carnes del mercado de Madrid, y por último, está escandalizando a España con sus ruidosos amores con Micaela Luján, famosa actriz, bellísima y la más aplaudida de entonces. Lope, que sigue casado con Juana Guardó, hace escapadas de Madrid siguiendo a la compañía de Micaela Luján, que lleva en sus valijas de repertorio un puñado de comedias de Lope, y en las ciudades donde actúan se suceden los éxitos para ella y para él, como un sabroso adobo de sus clandestinos, pero públicos, amores.

Por esta época es cuando Lope de Vega aparece por Sevilla. No se hospedará en un mesón de los muchos que hay en esta Ciudad, tan surtida de alojamientos, por ser emporio comercial al que acudían gentes de todo el universo mundo a vender y a comprar.

No se hospedó en ninguno de estos mesones, posadas o paradores el poeta y comediógrafo Lope de Vega, sino que buscó alojamiento en casa de su buen amigo el poeta Mateo Alemán, que andaba siempre muy mal de dineros, y que pasaba no pocas temporadas de su vida en la cárcel, adonde le llevaban sus deudas. Mateo Alemán es un enfermo de hambre habitual, insigne escritor pero hombre de mala fortuna, y cargado de hijos, que al final de su vida tendrá que emigrar a América y morir allí oscuramente en la miseria.

Lope de Vega, joven, rico porque ganaba muchísimo dinero con sus comedias, ayuda a Mateo Alemán a salir de apuros, y éste en reciprocidad le hospeda en su casa, en la calle Redes, o cuando la tenía embargada, en la calle Alfaqueque, donde Lope podrá saborear a escondidas sus amores en los brazos de Micaela Luján, sin las dificultades que para ello hubiera encontrado en una posada, por el rigor con que la autoridad celaba en aquella época el que un hombre y una mujer no pudieran estar juntos, no ya en una habitación, sino ni aún en las localidades del teatro ni en los bancos de la iglesia, ya que todo era separación de sexos por miedo al pecado contra el sexto mandamiento.

Sabemos, pues, que estuvo en Sevilla en 1600 y probablemente fruto de su visita en plena primavera, cuando la ciudad de Sevilla más enardece a los amantes, fue el que Micaela Luján tuviera pasados nueve meses, el primero de sus dos hijos de Lope, una niña a la que se puso por nombre Marcela.

Durante sus estancias en Sevilla que fueron varias, Lope frecuenta la tertulia de escritores que se reúne en el palacio de los Condes de Gel- ves, familia aristocrática que preside toda la vida sevillana cultural, desde su palacio de la plaza de Doña Elvira, y más tarde desde su otro palacio de la plaza de la Magdalena, que más tarde sería palacio del conde duque de Olivares, y pasada una etapa en que se dedicó a Hotel Madrid ha venido a derribarse en 1960 para edificar el comercio de Galerías Preciados, esquina a la calle Méndez Núñez.

En la tertulia de los Condes de Gelves, Lope estrecha amistades muy cordiales con don Rodrigo de Tapia, del hábito de San Juan de Jerusalén, con el poeta y caballero don Diego Ximenez de Enciso, que vivía en la calle Ximénez de Enciso, o calle Encisos, y que le anima mucho a escribir sobre temas sevillanos.

Otro poeta y caballero es don Beltrán de Cetina, y probablemente éste intenta sin conseguirlo parecerse a su pariente Gutierre de Cetina el madrigalista, y beneficiarse del prestigio de aquél, lo que es frecuente y disculpable en hijos y parientes de hombres famosos.

Fuera del ambiente aristocrático del palacio de los Gelves, hay otra tertulia, también de gente hidalga pero con menos pretensiones, que se reúne en casa de los Alcázar, en la calle de D. Pedro Alcázar, hoy llamada calle Sor Angela de la Cruz, En el propio edificio del actual convento monjil, vivía el poeta Baltasar de Alcázar, hombre jocundo, comilón y bebedor de buen saque, gordinflón, colorado, rubicundo como un lechoncillo de la piara de Epicuro, tal como definiera a los epicúreos Horacio. Baltasar de Alcázar convida a Lope de Vega a beber el vinillo aloque y a leer sus comedias, casi una cada día, por aquello de que en horas veinticuatro pasaron de las musas al teatro, pues que Lope era capaz de producir comedias cada veinticuatro horas, sin que la abundancia hiciera desmerecer la calidad.

A esta tertulia acuden Juan de Salinas, sacerdote y poeta, Juan de Jáuregui, y un personaje algo siniestro, Miguel del Carpio, que es inquisidor. Lope, que no las tiene todas consigo, por sus amores clandestinos, por sus adulterios, por sus líos con casadas, y sabedor de que la Inquisición es capaz de meter en la cárcel y aun llevar a la hoguera a cualquier hombre por motivos semejantes a éstos, procura no sólo tolerar, sino aun adular a este inquisidor, que, por un extraño capricho de psicología, es aficionado tanto a los delicados versos de

«Daba sustento a un pajarillo un día

Luscinda…”

y enternecerse con la idea de que el pajarillo se escapó de la jaula y ascendió al azul, pero volvió luego voluntariamente a la cautividad al ver las lágrimas y sentir los sollozos de la muchacha,

«que tanto puede una mujer que llora«

aunque luego él en su oficio no se enterneciese con las lágrimas ni suspiros, ni quejas, ni alaridos de las mujeres atormentadas o quemadas. Extraños misterios del alma humana.

En fin, hubo otro amigo de Lope, el también poeta Juan de Arguijo, caballero veinticuatro y jurado de Sevilla, quién por su prodigalidad, que le llevó a distribuir monedas de oro a todos los criados del séquito del rey durante una visita del monarca a Sevilla, y poner herraduras de plata a todos los caballos de la comitiva, acabó por arruinarse y perder hasta su palacio, situado en la actual calle Arguijo, quedando en la más terrible miseria, habiendo sido uno de los hombres más ricos de España.

En los días de verano, al atardecer, la Condesa de Gelves invitaba a sus contertulianos a acudir a la Huerta del Rey, en donde ahora está el colegio de Portaceli de los jesuitas. Allí había unos fresquísimos jardines, con risueñas acequias y surtidores, y allí se prolongaba la tertulia, refrescada con sangría de vino tinto y nieve, que se trafa en invierno desde Cazalla de la Sierra y se guardaba en pozos con paja para que durase para el verano. Felices para Lope los años desde 1600 a 1622.

Andaba por esta época por Sevilla Tirso de Molina, que con treinta y dos años iba como fraile hacia América, pero o no fue o regresó enseguida. También anduvo por aquí año más o menos Cervantes, en sus últimas estancias en Sevilla.

No tenía Lope demasiadas simpatías por estos dos, quizá por rivalidades de oficio, quizá porque ambos se burlaban de los deseos que tenía Lope de ascender a un rango aristocrático, lo que consiguió a medias al obtener un hábito de la Orden Militar de Santiago, y un escudo nobiliario, en el que puso veinticuatro torres, lo que le valió unos versos satíricos, despiadados, quizá de Cervantes, o de Góngora, que decían:

«Por tu vida, Lopillo,

que te borres las veinticuatro torres de tu escudo,

pues aunque mucho soples, mucho dudo

que tengas viento para tantas torres «

Lope de Vega se siente en Sevilla a sus anchas, rodeado de amigos y sin enemigos, admitido a las reuniones aristocráticas, protegido contra la Inquisición, pudiendo reposar en los brazos de su Micaela Luján, ganando dinero a espuertas porque las compañías de comedias de los corrales sevillanos se disputan sus obras, si bien él le da preferencia al Corral de San Pedro, porque es propiedad de su buen amigo Mateo Salcedo, quién cuando ya esa amistad se ha hecho más íntima le ofrece hospedaje a Lope en el Mesón de la Castaña que es suyo, y entonces Lope instala allí a Micaela, y él aunque oficialmente sigue viviendo en casa de Mateo Alemán, de hecho pernocta en el mesón de su amigo.

Las estancias de Lope en Sevilla son frecuentes y prolongadas, y tanto por sugerencia de su amigo Tapia, como porque le gusta Sevilla, y porque le atraen los temas sevillanos escribe aquí y sobre asuntos relacionados con nuestra ciudad las siguientes comedias:

EL ARENAL DE SEVILLA

EL PREMIO DE BIEN HABLAR

LOS PELIGROS DE LA AUSENCIA

LA NIÑA DE PLATA

LO CIERTO POR LO DUDOSO

LA ALAMEDA DE SEVILLA

SERVIR A SEÑOR DISCRETO

EL AMIGO HASTA LA MUERTE

LA ESTRELLA DE SEVILLA

 esta última basada en una tragedia ocurrida en nuestra ciudad, en la calle Bustos Tavera . Además, escribió LA ESCLAVA DE SU GALAN, cuyo argumento se desarrolla en Triana.

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