Sevilla entera está llena de recuerdos de Cervantes. Miguel de Cervantes Saavedra, niño que jugaba por el barrio de San Gil, donde vivían sus padres, según vemos en un protocolo notarial (oficio del Escribano Juan de Santa María, libro 1 0 folio 271, Archivo de Protocolos).

Rodrigo Cervantes, cirujano examinado, vivió «en la collación de San Gil» el año 1546, y más tarde debieron irle mal las cosas, pues diez años más tarde, en 1557 se le embargaron algunos bienes, y en 1564 también unas casas que tenía en San Pedro, las cuales se vendieron en subasta judicial con sentencia de remate por 13.904 maravedises. (Protocolo del Escribano Juan Gutierrez, libro 20 de 1564, folio 586).

¿Nació Cervantes el autor del Quijote en Sevilla? Es un enigma a dilucidar todavía. En una declaración que prestó para el ingreso de su amigo Tomás Gutiérrez como cofrade en la Hermandad Sacramental del Sagrario, Cervantes dice que es natural de Córdoba. Pero la palabra «natural» tiene dos acepciones en aquella época, como muy bien señalaba recientemente él ábogado e historiador actual don José Santos: «Natural» puede indicar nacimiento, pero también pertenecer a una familia radicada en un determinado lugar. Pues bien, el abuelo de Cervantes, don Juan Cervantes, Licenciado en Leyes, era vecino de Córdoba, en la collación de Santo Domingo.

Por tanto Cervantes, el autor del Quijote podía considerarse natural de Córdoba, por tener allí su ascendencia, pero haber nacido en Sevilla, en la coIlación de San Gil.

El ilustre bibliófilo Nicolás Antonio, en su Biblioteca Hispana publicada en 1.670 dice que Cervantes es «hispalensi natu aut origine», sevillano de nacimiento o de origen.

El hallazgo de una partida de bautismo de Miguel de Cervantes Saavedra en Alcalá de Henares vino a complicar las cosas. Sin embargo, dicha partida de bautismo, creemos no corresponde a Cervantes, el autor del Quijote, sino a un hermano suyo anteriormente nacido. En efecto, era costumbre muy andaluza que cuando moría un niño, si los padres tenían después otro hijo bautizaban a éste con el mismo nombre que tenía el muerto.

El cirujano don Rodrigo Cervantes y su esposa doña Leonor Cortina, tras el fracaso de su economía marcharon a Alcalá de Henares, donde debió nacerles el primer varón, al que se refiere aquella partida de bautismo.

Vueltos a Sevilla cuando mejoró su fortuna, Miguel, adolescente, fue alumno del primer colegio de los jesuitas, en el edificio que luego fue Casa Profesa, más tarde Universidad, y ahora Facultad de Bellas Artes, en la calle Laraña. El Padre León, en su célebre manuscrito Compendio de algunas experiencias… (que se conserva en la Universidad de Granada y que ha sido ampliamente estudiado por Pedro Herrera Puga), dice que fue su compañero de habitación en dicho internado.

Después, la aventura, la vida de soldado en Italia, la batalla de Lepanto, la cautivad en Argel. Y vuelto a Sevilla alterna sus quehaceres como recaudador de alcábalas y receptor de trigo para la Armada, con su actividad de poeta y dramaturgo.

En la actual plaza de Doña Elvira, estuvo el famoso corral de comedias donde estrenó seis comedias «de las mejores que se han representado en España», según se comprometió por escritura de contrato con el empresario Rodrigo Ossorio, por precio de cincuenta ducados por cada una de ellas. Anduvo Cervantes enamorado, y cortejó en la calle Relator y en la de Santa Paula. Comió y bebió en el mesón de su amigo Tomás Gutiérrez en la calle Bayona, hoy Federico Sánchez Bedoya. En la Catedral, por encargo del Ayuntamiento, puso unos versos laudatorios en el grandioso túmulo que se erigió para los funerales de Felipe II, en que participaron pintores, escultores y arquitectos, los más notables que había en Sevilla.

Gozó Cervantes de fama como escritor en Sevilla, celebrándose por doquier sus Novelas Ejemplares, varias de ellas ambientadas en Sevilla, como Rinconete y Cordadillo. El coloquio de los perros, La española inglesa y el divertidísimo entremés Los mirones.

Y aquí sufrió en la calle de la Sierpe, en la siniestra Cárcel Real, «donde toda incomodidad tiene su asiento», dos condenas de prisión, por dineros de Hacienda.

Cervantes enamorado, Cervantes aplaudido, Cervantes regocijado, Cervantes preso. Ventura, aventura y desventura, por estas calles del sevillano Casco Antiguo.

(c) José María de Mena

(c) David de Mena

¿Más Libros de Jose María de Mena?